¡Jesús, que cruz!.

La Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, fundada por ese rey en 1771, ha tenido, como la propia España una historia agitada. Las condecoraciones que hoy otorga están reguladas por el Real Decreto 1051/2002, promovido por José María Aznar que modifica el anterior 2103/1983 de Felipe González. En esto, como en casi todo, Zapatero no pinta nada.
 Si mi información digital no falla, las he contado a dedo, Carlos III la concedió en 90 ocasiones, su sucesor 130, una vez  Fernando VII y un par de veces José I antes de abolirla en 1809.
 Una docena de veces más fue concedida por los partidarios del rey secuestrado en Versalles.
 Restaurada en 1812, Isabel II entregó una veintena antes de que volviera a ser abolida en 1873 y vuelta a restaurar en 1874.
 Veintidós concedió Alfonso XII y cincuenta Alfonso XIII.
 Nuevamente suprimida por la República en 1931 y re, re… restaurada en 1942 por Franco, que la concedió a cinco personas. ¡En cuarenta años!.
 Luego dirán que los gallegos no son tacaños.
 Claro que Felipe González, andaluz desprendido, sólo entregó una. ¿Adivina a quién?.
 Treinta y cuatro condecorados se lo deben a Ansar  y, a ver…, treinta y dos a Zetapero, pero… pero Trapacero todavía tiene algunas por repartir. ¿Hacemos una porra?.
 Hay algunas curiosidades. Isabel II concedió la condecoración a media docena de artistas, casi todos pintores olvidados, algo que no se ha vuelto a repetir. Salvo la concedida en 2010 a Graciano García García, periodista e impulsor  de la Fundación Príncipe de Asturias, todas han ido a parar a políticos nacionales y dirigentes extranjeros.
 Dije antes que Franco concedió cinco, pero la verdad es que la primera, en 1942, se la vendió al sultán de Marruecos, Jalifa Emir Muley Hasan Ben el Mehdi Ben Ismail, que soltó 20.000 pesetas (mas de un millón de euros de ahora) para los pobres de Madrid. ¡Este Paco!.
 También en 1942 recibió la condecoración Nicolás Horthy Nagybánya, regente de Hungría, un hombre injustamente denostado atrapado entre Stalin y Hitler,  que compartía con El Caudillo un anticomunismo feroz y tal vez, en el caso de Horthy seguro, el convencimiento de que los aliados ganarían la guerra.
 El siguiente agasajado (1946) fue el Cardenal Federico Tedeschini, Nuncio apostólico en Madrid desde 1921 hasta 1936 y al que la República también había concedido la Gran Cruz de Isabel la Católica.
 Bastante lógica es la condecoración que franco entregó a Américo Deus Rodrigues Thomaz, Presidente de la República Portuguesa, aliada de España y una de una de las pocas personalidades extranjeras que se atrevían a visitarnos.
Por último Franco entregó la Gran Cruz y creo que con esto disfrutó, a…
Juan Carlos de Borbón y Borbón, en 1961.
 Tras la muerte de Franco parece que nadie se volvió a acordar de la Orden. Además había un problema añadido: según los estatutos el responsable de proponer candidatos era el jefe del gobierno y el de aceptarlos el jefe del estado; pero ahora teníamos un jefe del estado y un presidente del gobierno, dos personas distintas.
 No parecía un problema grave; sin embargo Felipe González interrumpió sus vacaciones y las del rey para intentar solucionarlo. Con la disculpa de dar cabida a las Damas, como manda la Constitución,  lo que hace es radicar la Cancillería de esta Real Orden en la Presidencia del Gobierno. Problema resuelto, ¿o no?.
 El caso es que Felipe sólo dio una Gran Cruz y se la dio a Felipe. A Felipe de Borbón y Grecia en 1987.
 Pero el problema parecía no haberse solucionado. El Gran Maestre, el rey, es el encargado de nombrar caballeros a aquellos a quienes proponga el Gran Canciller y, solamente si este los propone.
 Hacía falta un Gran Canciller y había que crearlo de la nada.
 Asnar se puso en mangas de camisa, hizo quinientas flexiones, un poco de dilatación y parió el Real Decreto 1051/2002:
“DISPOSICIÓN ADICIONAL ÚNICA. No incremento del gasto público.
La aprobación de este nuevo Reglamento no supondrá incremento alguno del gasto público”. Hasta aquí perfecto.
 “Su Majestad el Rey es el Gran Maestre de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Todos los grados de esta Orden serán conferidos en Su nombre y los títulos correspondientes irán autorizados con Su firma”. Vamos bien.
 “El Presidente del Gobierno será el Gran Canciller de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III. Al tomar posesión de su cargo será investido con el grado de Caballero o Dama Gran Cruz de la Orden y con esta calidad actuará como Gran Canciller de la misma. Le corresponde elevar a la aprobación del Consejo de Ministros los proyectos de Reales Decretos de concesión de los grados de Collar y Gran Cruz. Todos los títulos de los diferentes grados de la Real Orden deberán llevar su firma“. No está mal.
“A la Cancillería de la Orden, radicada en la Secretaría General de la Presidencia del Gobierno, le corresponderá la tramitación de todas las propuestas de concesión de insignias de la referida Orden…”. Hasta aquí correcto.
“…podrá ser concedido el ingreso en la Orden con la categoría de Gran Cruz a los que fueran o hubieran sido Presidentes del Congreso de los Diputados, del Senado, del Tribunal Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Ministros del Gobierno y otras altas autoridades del Estado…”. El invento se ha jodido.
 No dice que se deba conceder, dice que “podrá ser concedido”; pero justamente en este punto, interviene la Ley de Murphi que dice que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Ya tenemos aquí Aído.
 Los políticos, al contrario que Groucho, siempre están dispuestos a pertenecer a cualquier club que los acepte como socios. Pese al olor a podrido.
 Por cierto, ¿me aceptó la porra?.
 Pues  Zepotero todavía tiene que sacar una hornada. Doraditos y crujientes saldrán Chaves, Trini… y, ¡faltaría más!, su adorada Leire Pajín.
 No estoy seguro de que la expresión “este azote de intolerancia” que Vd. Emplea sea adecuado para la ministra ya que dos negaciones afirman. Si le parece podemos dejarlo en “zote de intolerancia”, con “Z” de Zetapé y si no le gusta que se lave con Zotal.

PD: A partir del Real Decreto 1051/2002 todos los presidentes electos tienen la Gran Cruz, pero no los anteriores, Adolfo Suarez, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González. A Leopoldo Calvo-Sotelo le fue concedida en 2008 a título póstumo y de manera excepcional ya que los herederos de los poseedores de la Gran Cruz están obligados a devolverla tras el fallecimiento de estos.
 Un apunte más: Sarkozi la ha recibido dos veces. En 2009, por su mediación en el rescate de los españoles acusados de tráfico de menores en Chad  y 2004, siendo primer ministro y Aznar presidente, por su colaboración contra ETA.
 Sarkozi, votez oui.